Adolf Hitler con Wilhelm Keitel, a la izquierda, y Albert Speer, a la derecha, en una demostración de las nuevas armas en la primavera de 1943.
Dos años antes, los ejércitos de Hitler se habían lanzado contra la Rusia soviética con grandes esperanzas de una victoria rápida. Descubrieron que no estaba tan podrida por dentro como habían esperado. El país no se había derrumbado como un castillo de naipes, como se había esperado. El sistema soviético había sobrevivido y su gente había demostrado una extraordinaria capacidad de resistencia pese a las pérdidas masivas.
Un año más tarde había intentado de nuevo con un ataque en el Cáucaso con un audaz plan para capturar los campos petroleros. Él había sido desviado por el combate en Stalingrado y nunca estuvo cerca de alcanzar su objetivo principal y negar a Rusia su petróleo.
Ahora se enfrentaba a un enemigo que era inconmensurablemente más fuerte. Los soviéticos siempre habían poseído tanques que podían desafiar a los panzers alemanes, ahora ellos los tenían en números mucho mayores y habían desarrollado las tácticas para utilizarlos de manera efectiva. Las dos partes estaban ahora mucho más equilibradas uniformemente.
Quedaba la posibilidad de que Alemania pudiera tomar la iniciativa atacando una enorme saliente en las líneas rusas cerca de la ciudad de Kursk. Los ataques desde el norte y el sur pudieran recrear las condiciones para otra gran victoria, al igual que las batallas de cerco que tuvieron un éxito masivo de 1941.
Sin embargo, los preparativos de la batalla de Kursk habían durado tanto que el elemento sorpresa se había perdido hacía mucho tiempo. Sus más altos comandantes tenían dudas sobre el plan. La fe de Hitler en que los nuevos tanques Panther y Tiger probarían cambiar el juego no era tan ampliamente compartida. Al informar a sus generales cuando regresó a su cuartel general avanzado el 1 de julio de 1943, Hitler optó por no abordar estas preocupaciones.
Un tema familiar surgía ahora: él culparía a otros de la situación en la que se encontraban y su principal objetivo era ahora aferrarse al territorio a cualquier precio “sin ceder”. No había otro objetivo estratégico, más que “mantener” y perturbar al enemigo tanto como fuera posible.
El general Friessner mantuvo un registro de la reunión, “con voz grave, clara y segura hizo los siguientes puntos”:
Nuestra situación. La culpa de nuestras desgracias debe colocarse directamente sobre nuestros aliados. Los italianos nos defraudaron por completo. Si, como el Führer exigió repetidamente, hubieran hecho uso oportuno de su flota para escoltar y transportar sus tropas a África, África no se habría perdido. Ahora los barcos están siendo aplastados en sus puertos. En comparación con la Primera Guerra Mundial, donde también nosotros conservamos nuestra flota demasiado tiempo hasta que fue demasiado tarde.
Los italianos fallaron en el frente oriental, en Grecia, etc., Hungría lo mismo… Rumania poco fiable: el hermano del mariscal, el primer ministro [Mihai] Antonescu, es un personaje retorcido. Finlandia en el extremo de su lazo; problemas internos con los socialdemócratas, fomentados y alimentados por Suecia.
¿Qué está en juego? Alemania necesita el territorio conquistado o ella no existirá por mucho tiempo. Debe ganar la hegemonía sobre Europa. Donde estamos, nos quedamos. Los soldados deben ver esto, de lo contrario van a consideran que sus sacrificios son en vano. Los Balcanes no deben perderse pase lo que pase, nuestras materias primas más importantes para la guerra están ahí. Los italianos se han salido de Grecia y han sido sustituidos por los alemanes. Se sienten más seguros desde entonces. Creta está firmemente en nuestras manos, por lo que evitamos que el enemigo consiga bases aéreas.
La Gran Alemania y Europa deben ser defendidos más allá de nuestras fronteras y hasta ahora hemos logrado esto a la perfección. Las tropas alemanas están ocupando ahora las islas de Rodas, Sicilia, Cerdeña y Córcega -los italianos las hubieran entregado hace mucho tiempo, tal como lo hicieron sin luchar en Pantelleria-.
Frente Oriental. No cederemos nada sin una pelea… Los rusos están esperando el momento oportuno. Ellos están utilizando su tiempo reponiéndose para el invierno. No debemos permitir eso o habrá nueva crisis este invierno. Así que tendremos que desgarrarlos.
Hitler llegó a la conclusión: La suerte está echada. El ataque está en marcha. Ahora se debe hacer cualquier cosa para asegurar su éxito.
Si deseas saber más, visita Leibniz Institute for Contemporary History (Institut für Zeitgeschichte) [Instituto Leibniz de Historia Contemporánea].
Cientos de miles de alemanes jóvenes ahora se estaban seleccionando para ir a la guerra y enviados al Este.
Tropas alemanas en el frente oriental, junio-julio de 1943.