Patrulla nocturna en el desierto
Zapadores de la División Highland desactivando minas “S” alemanas. Éstas contenían 260 piezas de metralla y detonaban ante la más ligera presión.
En el desierto del África del Norte se mantuvo una guerra estática con los dos bandos atrincherados. Las unidades británicas -que incluían fuerzas procedentes de las colonias, entre ellas la India, Sudáfrica y Nueva Zelanda-, así como franceses libres, estaban arregladas en una línea de fortines que corría desde el mar hacia el sur, conocida como la Línea Gazala.
Entre los elementos británicos se encontraba James Ambrose Brown, viviendo en las trincheras de la División Sudafricana. Como experiodista, escribió un artículo para el periódico Star en Johannesburgo, que luego reprodujo en sus diarios publicados. Desde la perspectiva del soldado promedio, todavía había mucha actividad en ambos lados enemigos:
El sol se habrá puesto en media hora. Ya el calor del día está dando paso a la noche fresca del desierto. Los hombres se prueban botas de patrulla -veldskoen [zapatillas de campo] de piel suave con suelas gruesas de crepe de goma-. Caminan a zancadas para acostumbrar sus pies a la inusual ligereza y silencio de las botas. Ajustan el equipo y revisan sus ametralladoras tommy [Thompson] y granadas. No llevan nada que no sea esencial. Horas de marcha se postran delante de ellos. Un oficial se aproxima. Los hombres se agrupan alrededor para escuchar la tarea nocturna. Entonces se suben a camión y las líneas y salen disparados hacia la brecha en el campo minado. Una nube de polvo se sitúa contra el cielo entre el camión y las líneas enemigas. Lentamente se hace más grande y el sonido de motores viene a favor del viento. ‘¡Vienen carros blindados!’ dicen un hombre. Los carros blindados de la patrulla del día toman forma. Mientras cruzan, cada uno pasa una leve subida por un momento a través del resplandor brillante en el cielo. Repentinamente, dos pequeñas nubes negras bañadas con color carmesí florecen sobre ellos. El ¡Bum! ¡Bum! viene un momento después. Los proyectiles enemigos no hacen daño y el último de los carros blindados se detiene junto al camión de la patrulla, entrega el reporte del día y sale rugiendo entre una nube de polvo. La patrulla se forma en orden extendido, un curso se fija con la brújula y el avance sobre el enemigo comienza. Para el momento en que el cabo contando los pasos ha reportado suavemente los primeros mil, está completamente oscuro y el silencio es total. Para ahora los ojos ya están acostumbrados a la oscuridad y se puede ver el contorno borroso de parches de matorral. Crujen y se rompen al pisarlos. ‘Dos mil pasos, señor’, dijo el cabo. Aún 3,000 para ir a las líneas enemigas, pero nadie habla por temor a las patrullas enemigas en la área.
De repente, el oficial se arrodilla y levanta la mano. Todos se detienen por completo, se arrodillan y escuchan atentamente… Una luz de bengala estalla, ardiendo blanquecina en la oscuridad. La luz destella y se apaga. Respirando apresuradamente, la patrulla se levanta y sigue. Casi inmediatamente una ametralladora abre fuego, traqueteando ruidosamente, escupiendo balas trazadoras en ráfagas cortas. Luego de nuevo el silencio. ¡Adelante! Ya prácticamente estamos allí… por una depresión amplia y poco profunda en donde el suelo está roto bajo los pies y con un entramado de huellas de vehículos. Aparecen en la oscuridad trincheras y posiciones defensivas vacías y se quedan atrás. A intervalos regulares se disparan bengalas en la oscuridad y la ametralladora abre fuego. Pero ahora las luces y el fuego están muy hacia la izquierda. Parece que la patrulla ha penetrado en las líneas enemigas en algún punto todavía sin alambrado.
’Parece que estamos en el flanco de un puesto avanzado’, dice el oficial.
‘¡Escuchen!’ El sonido de picos sobre piedra.
‘¡Vamos!’
La patrulla se mueve hacia arriba por el costado de la depresión, se agazapa entre las rocas en la parte superior y luego avanza sigilosamente de nuevo en campo abierto. Ahora, puede escucharse claramente el deslizar de las palas y los golpes de los picos. De repente, el jefe de la patrulla cae de cabeza al suelo. La ametralladora vuela de su mano con un estrépito. Se había tropezado con un espiral bajo de alambre de púas. A unos cuantos metros delante de él se encuentra un parche circular de tierra recién excavada. ¡Minas! Observando fijamente al suelo, la patrulla pasa a través de cuatro hileras de minas.
‘¡Abajo!’ llega la orden.
‘Están justo adelante… ¡explotando! Han encendido las mechas y han tomado cubierta. ¡Cuando regresen denles todo lo que tengan!
Hay un destello y una serie de explosiones. Las piedras y la tierra siguen bañando los alrededores cuando una cantidad de hombres aparece. El sonido suave del italiano es muy perceptible. Recortada contra la luz de bengala el equipo de trabajo hace un blanco maravilloso. Se amartillan las ametralladoras tommy. Los cuerpos se arrastran hacia las posiciones de fuego.
‘¡Fuego!’ Una docena de ametralladoras tommy rugen. Hay gritos y alaridos mientras el grupo de trabajo se rompe y corre. Algunos caen, se levantan de nuevo, tambaleándose. Otros yacen donde caen. Los disparos se detienen. La patrulla corre hacia adelante y registra a los caídos para encontrar medios de identificación; se retira con rapidez a través del campo minado, sobre el alambrado, hacia abajo en la depresión y se aleja. A la derecha las bengalas todavía están encendidas y una ametralladora está disparando en ráfagas nerviosas…
Si deseas saber más, lee “Retreat to Victory: Springboks’ Diary in North Africa –Gazala to El Alamein, 1942” [Retirada a la victoria: el diario de Springboks en África del Norte - Gazala a El Alamein, 1942], de James Ambrose Brown.
Tropas rhodesianas de la 60ª Fusileros Reales del Rey entrenando con un mortero de dos pulgadas en el norte de África, el 12 de mayo de 1942.