Bushido en altamar
El HMS Encounter se hundió, junto con el HMS Exeter y el USS Pope, el 1º de marzo de 1942, su tripulación estuvo a la deriva en las aguas del mar de Java por casi 24 horas.
Sam Falle era un oficial en el HMS Encounter, que cayó víctima de la Armada japonesa en la segunda batalla del Mar de Java, el 1º de marzo, justo después de que el HMS Exeter fuera hundido. Tuvo suerte al abandonar el barco mientras los proyectiles seguían golpeando al Encounter.
Falle y otros estaban a punto de bajar la lancha de motor cuando fue impactada por un proyectil y una esquirla le “arrebató” sus binoculares. Momentos después estaba en el mar. Quedaba sólo un bote salvavidas en servicio, él y el resto de la tripulación se aferraron a partes flotantes y otros escombros. La tripulación sobreviviente se encontraba aún de buen humor, que dieron tres hurras por el comandante del Encounter, el capitán Morgan.
Un destructor japonés se aproximó a ellos mientras estaban en el agua, apuntó sus armas y luego se alejó. Estaban a 240 kilómetros de tierra, no había barcos aliados en el mar de Java, no había señal de bote salvavidas alguno, no tenían comida o agua. Los japoneses los habían abandonado. “Tomó un poco de tiempo antes de que estos duros hechos fueran asimilados”:
Llegó el amanecer del 2 de marzo de 1942, una calma absoluta, hermosa y clara. Llevábamos en el agua unas 18 horas y no había nada que pudiera verse. Nos mantuvimos en silencio y vimos como el sol se elevaba por los cielos.
El ‘doc’ tenía su botiquín médico consigo, con todo y jeringa y suficiente morfina para acabar con todos nosotros. Para ese momento, de acuerdo con toda la lógica, no había esperanza alguna y, aun así, sólo uno de los nuestros pidió que lo inyectaran. El ‘doc’ se rehusó y persuadió a nuestro camarada para que aguantara. El calor aumentó, el mar estaba en calma y brillaba bajo el sol. Nos dio sueño; recuerdo que me sentía sin hambre o sed.
Debió haber sido alrededor del mediodía, el sol estaba vertical y estábamos justo al sur del ecuador. Aproximadamente a unas 200 yardas de distancia nos pareció ver un destructor japonés. ¿Era un espejismo? Todos vieron la nave, por lo que quizá era real, pero nuestra primera emoción no fue de alegría o alivio, ya que esperábamos ser ametrallados.
Hubo un gran alboroto a bordo de ese barco, el armamento principal de proa y popa fue preparado, pero no había señales de ametralladoras. Los marineros del barco fueron bajando escaleras de cuerda a todo lo largo del costado del buque. Eran pequeños hombres morenos sonriendo con sus gorras de sol blancas y pantalones cortos de color caqui demasiado largos.
La nave se acercó. Nos agarramos de las escaleras de cuerda y logramos encaramarnos a bordo. Estábamos cubiertos de aceite y agotados. Los marineros japoneses nos rodearon y nos observaron con alegre curiosidad. Tomaron desperdicios de algodón y licor para limpiarnos el aceite, suavemente, pero con firmeza. Fue extraordinario de relatar, una cálida bienvenida.
Me dieron una camisa verde, un par de pantalones cortos color caqui y un par de zapatos de gimnasio. Luego nos llevaron a un espacio grande en el centro del buque y fuimos amablemente invitados a sentarnos en cómodas sillas de mimbre. Nos sirvieron carne en conserva, leche caliente y galletas.
Después de un rato, el capitán del destructor bajó desde el puente de mando, nos saludó y se dirigió a nosotros en inglés: ‘Han luchado con valentía. Ahora ustedes son los invitados de honor de la Armada Imperial japonesa. Respeto a la Marina de Guerra inglesa, pero su gobierno es muy tonto para hacer la guerra con Japón’.
Este fino oficial buscó sobrevivientes durante todo el día, parando incluso para recoger a un solo hombre, hasta que su pequeño barco estaba repleto. Se desplegó un toldo hacia el castillo de proa para protegernos del sol, se colocaron baños en el exterior; se repartieron cigarrillos y por un milagro de tipo bíblico, nuestros anfitriones lograron dar alimentos y bebidas a los 300 que éramos.
La única orden que nos dieron fue la de no fumar por la noche para evitar que algún ‘submarino inglés’ viera un cigarrillo encendido. Los japoneses no sabían, al parecer, que no había submarinos ingleses en el mar de Java. De cualquier manera, se detuvieron continuamente para rescatar a todos los sobrevivientes que pudieron encontrar.
Gracias a este destructor y otros buques japoneses, el HMS Encounter sólo perdió siete hombres, así como el HMS Exeter, que también tuvo pérdidas en un número sorprendentemente bajo. Los sobrevivientes del USS Pope fueron rescatados por los japoneses dos días después.
Si deseas saber más, lee “My Lucky Life: In War, Revolution, Peace and Diplomacy”, [Mi vida afortunada: en guerra, revolución, paz y diplomacia], de Sam Falle.
Oficiales y marineros británicos de la Armada Real nadando hacia un barco enemigo, el destructor Ikazuchi de la Armada Imperial japonesa, en el mar de Java, el 2 de marzo de 1942. De no haber sido rescatados por este navío, la suerte de estos marinos hubiera sido muy diferente.