Ataque de comandos británicos en Vaagso
Comandos británicos en acción durante la incursión en Vaagso, Noruega, en diciembre de 1941.
El recientemente nombrado Director de Operaciones Combinadas, el capitán Louis Mountbatten, de inmediato puso en marcha un plan para atacar en alguna parte de la costa europea ocupada por los nazis donde, se esperaba, el enemigo menos imaginara que fuera atacado. El país seleccionado fue Noruega, el lugar Vaagso, unos ciento sesenta kilómetros al sur de las Islas Lofoten, las cuales fueron atacadas exitosamente en marzo de 1941.
El objetivo de la incursión era, al tiempo que se hostigaban a las defensas alemanas en la costa suroeste de Noruega, atacar y destruir un número de blancos militares y económicos en la población al sur de Vaagso y la isla cercana de Maaloy, así como capturar o hundir cualquier mercante que se encontrara en Ulvesund.
La Operación Arquería inició el 27 de diciembre de 1941 con un bombardeo naval por parte de cuatro destructores británicos y el HMS Kenya, los cuales tomaron desprevenidas a las tropas alemanas que en esos momentos realizaban sus tareas habituales. Elementos de los Comandos números 2 y 3, e ingenieros y médicos de los Comandos 6 y 4, respectivamente, en lanchas de desembarco, tomaron rumbo hacia la costa de Vaagso. John Durnford-Slater, quien había liderado a sus hombres también en el ataque a las Islas Lofoten, recordó posteriormente la incursión:
A unas cien yardas de nuestro punto de desembarco, disparé diez luces Very [bengalas] rojas. Esto comunicó a los barcos que dejaran de disparar y a los aviones para que vinieran y lanzaran sus bombas de humo. Al brincar desde la lancha de desembarco liderando, tres bombarderos Hampden pasaron por encima de mí a cero pies de altura con un rugido. Al hacerlo, soltaron sus bombas que parecieron destellar y luego hacer un hongo como explosiones atómicas miniatura. Parte del fósforo regresó como una hoja flameante. Lo siguiente que supe fue que mis dos mangas estaban en llamas. Afortunadamente llevaba guantes de piel y apagué las flamas con palmadas antes de que pudieran atravesar mis cuatro capas de ropa hasta mi piel. La playa había sido hecha, seca, contra rocas cubiertas de nieve que se elevaban treinta o cuarenta pies en una pared casi pura. Por el momento, estábamos sin oposición y escondidos del enemigo por el humo.
Sin embargo, desdichadamente, uno de los Hampden fue impactado por fuego antiaéreo al momento en que llegaba. Fuera de control, lanzó una bomba en una lancha de desembarco entrante. Al explotar, el fósforo infligió quemaduras terribles entre los hombres. La nave, también, estalló en llamas. Granadas, explosivos y municiones de armas cortas, detonaron en una mezcla maniática de ruidos de batalla. Empujamos la lancha vacía fuera del mar hacia donde no pudiera hacernos daño y Sam Corry, nuestro grande, eficientemente calmado doctor irlandés, haciéndose cargo de los heridos, los envió de vuelta al Prince Charles. El resto de nosotros nos fuimos a la batalla.
Vaagso está construida en una calle estrecha, tres cuartos de milla de largo, que corre paralela hacia y, unas cincuenta yardas, desde el fiordo. Detrás de la calle, que estaba bordeada por edificios de madera sin pintar, casi puras rocas se elevaban a varios centenares de pies de altura. Escuché a Johnny Giles gritar, “vamos” y lo vi desaparecerse entre el humo con su Tropa Número 3.
Esa fue la última vez que vi a Johnny. Quince minutos más tarde, estaba muerto, asesinado en un asalto en la parte trasera de una casa. Él y sus hombres les habían disparado a tres alemanes que habían estado haciendo fuego sobre ellos desde la casa, luego irrumpieron en ella. Ellos fueron a través de las habitaciones y al momento en que Johnny entró en la última habitación, un cuarto alemán brincó frente a él y le disparó.
Alrededor del momento en que Johnny encontró su muerte, yo me dirigí hacia una gran fábrica de aceite cerca de nuestra playa de desembarco. Estaba buscando a Johann Gotteberg, quien había sido nombrado como el presidente de los colaboracionistas locales y era el propietario de esta fábrica. Mientras tanto, Bill Bradley preparó la fábrica para su demolición. Vi a un hombre de mediana edad que parecía estar atendiendo la maquinaria con una concentración extraordinaria, considerando las circunstancias.
“¿Quién es ese hombre?” Le pregunté a mi guía noruego, un nativo de Vaagso.
“Ese es Gotteberg, el dueño”.
Hice que lo arrestaran. Unos minutos más tarde, tuvo una vista de primera clase de su fábrica siendo volada.
Si deseas saber más, lee “Commando: Memoirs of a Fighting Commando in World War Two” [Comando: memorias de un comando de combate en la Segunda Guerra Mundial], del brigadier John Durnford-Slater.
Comandos con tropas alemanas capturadas, el 27 de diciembre de 1941.