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Vertiginoso combate aéreo sobre el desierto

Un camión pasa al lado de una señal que advierte del peligro de aviones a baja altura en el Desierto Occidental, el 22 de marzo de 1942.

En el desierto de Libia, los combates habían disminuido y era una época relativamente tranquila; ambas fuerzas estaban buscando aumentar sus reservas para la próxima gran ofensiva que se avecinaba. James Ambrose Brown escribió una de los más destacables testimonios de la guerra del desierto.

 

Brown, que se encontraba sirviendo con la División Sudafricana en la Línea Gazala, escribió en su diario una “diversión” que ocurrió en el aire, por encima de sus líneas, el 27 de marzo de 1942:

Un día emocionante lleno del rugido de aviones, hechos agitadores concluyeron un drama que comenzó ayer por la noche. Una fuerza de Stukas con escolta pasaron por aquí muy hacia al mar. Uno de ellos, probablemente dañado en el transcurso de un ataque, se estrelló repentinamente en el mar y se esfumó en una columna de agua. Dos figuras oscuras salieron a la superficie y nadaron hacia una isla a un cuarto de milla de distancia. ‘No llegarán nunca con su equipo de vuelo’, dijo Jack. Los cazas sobrevolaron auxiliando a su alrededor y uno de ellos arrojó una balsa de hule. Los pilotos se subieron y remaron hacia la isla. Hasta el anochecer, los aviones enemigos dieron vueltas por encima de la isla, sin duda lanzando comida y sabios consejos. La noche cayó y nos enteramos que un navío venía desde Tobruk para recoger a los pilotos durante la noche. Llegó el amanecer, me levanté para contestar el teléfono y escuché que tres hombres navales habían llegado a tierra tambaleándose. Habían chocado contra una roca y se hundieron, ahogando a un oficial de Guardias, que había ido con ellos para encargarse de los prisioneros. Los pilotos seguían todavía en la isla. A la primera luz del día, nuestros aviones sobrevolaban alrededor como moscas sobre un cadáver. Le comenté al capitán Rodda acerca del bote que habíamos encontrado en la playa lleno hasta la mitad de arena. Él envió una patrulla del Pelotón No. 7. Desafortunadamente, justo al momento en que el bote arribó a la isla, la Luftwaffe apareció. Cazas volaban alrededor mientras una máquina aterrizaba y rescató a los náufragos. Al tiempo que la máquina (un Fiesler Storch) se detenía, nuestra artillería abrió fuego, haciendo dos disparos. Los proyectiles cayeron en el agua cerca de la isla, lanzando chorros de agua y, al enterarnos más tarde, acabando con la patrulla del No. 7 que estuvo esperando cada minuto ser eliminada por los cazas alemanes. Dos proyectiles más estaban el en aire cuando el Storch despegó. Todos admiramos el fino trabajo de rescate de la Luftwaffe. ‘alguien será condecorado’, dijo Mike Webb, quizá pensando que hubiera podido hacerlo él mismo.

 

Casi a la hora de cenar, una patrulla de Hurricanes llegó tranquilamente por encima de nosotros, dando vueltas en círculos sin hacer nada, como si estuvieran acechando algo. Ciertamente unos cinco minutos más tarde, una formación de doce Stukas con escolta pasó por allí, bordeando la costa en su camino a casa. Todos corrieron a la parte superior de la escarpa de ver el combate. La emoción era intensa. La escolta enemiga dispersó a algunos de nuestros cazas, pero otros Hurricanes, que ahora habían subido a una altura vertiginosa, se lanzaron en picada como rayos sobre los Stukas, seguidos rápidamente por la magnífica cobertura de los Messerschmitt de escolta, que estaban aún a mayor altitud. El primer Hurricane en ir en picada llegó por la costa seguido por un Messerschmitt, disparando sus cañones en ráfagas furiosas, salpicando el aire con bocanadas de humo negro. Irrumpieron en el aire y en el suelo frente a nosotros. Las dos máquinas, a no más de un centenar de yardas de distancia, destellaban por encima, abrazando la tierra. La defensa antiaérea abrió fuego en contra de los dos y parece que se vieron blancos registrados en el 'schmitt’. Las explosiones furiosas de artillería brillaban sobre la colina y se desvanecían. En diferentes partes del cielo, por su parte, las máquinas individuales giraban y se zambullían en combate. Uno de los nuestros, con la cola en pedazos, se vino a tierra para estrellarse a unas dos millas detrás de las líneas y uno de los alemanes, que había esquivado el fuego antiaéreo, descendió en una nube de polvo a la misma distancia, envuelto en llamas y lanzando grandes nubes de humo negro al aire. Todo el espectáculo había terminado en unos dos minutos, pero en ese momento se dijo (extraoficialmente) que dos de los nuestros y dos Stukas fueron destruidos. Algún combate, este en el aire. Muy breve, muy emocionante. Terriblemente de corta duración. Un día estás en su cola… el siguiente él está en la tuya y el terreno está destellando sobre ti. ¡Bum! Y se acabó. Gracias... ¡no fui yo!

Si deseas saber más, lee “Retreat to Victory, A Springboks’ Diary in North África: Gazala to El Alamein, 1942” [Retirada a la victoria, un diario de un Springbok en el Norte de África], de James Ambrose Brown.

Los restos quemados de un radio-operador de un tanque alemán Panzer IV son extraídos de su compartimento, el 30 de marzo de 1942.

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