Una vista familiar del campo de batalla en Kursk, ambas partes tuvieron enormes pérdidas en tanques.
El enorme choque de armas que fue la batalla de Kursk continuó. Nikolai Litvin era un oficial de artillería soviético. Él estaba oculto en las posiciones en el campo de centeno. Una vez más se trataba de una cuestión de aguantar hasta el último momento:
La mañana del 6 de julio amaneció nublado, con un cielo nublado bajo que impedía las operaciones de nuestra fuerza aérea. Alrededor de las 6:00 AM, nuestra posición fue atacada de frente por un grupo de aproximadamente 200 ametralladores y cuatro tanques alemanes, muy probablemente Pzkw IV. Los tanques abrieron el camino, seguidos de cerca por la infantería, los alemanes estaban tratando de encontrar un punto débil en nuestras líneas.
Los alemanes avanzaron a través del campo de centeno sin cortar directamente hacia nuestras posiciones de disparo, pero no parecían vernos. Sentimos un miedo punzante en la boca de nuestros estómagos al tiempo que los tanques alemanes retumbaban hacia nosotros, deteniéndose cada cincuenta a setenta metros para explorar nuestras líneas y disparar una ronda.
En el fragor general de la batalla, prácticamente no podíamos escuchar los proyectiles alemanes explotando, pero pudimos ver los proyectiles rayando a través del aire en dirección hacia nuestras posiciones. Los proyectiles volaban inofensivamente sobre nuestras cabezas, ya que los alemanes no nos habían visto aún y estaban disparando a posiciones probables detrás de nosotros.
Mis rodillas y las piernas empezaron a temblar violentamente, hasta que recibimos la orden de entrar en acción y preparados para disparar. El temblor se detuvo y fuimos poseídos por el deseo primordial de no perder nuestros objetivos.
Cuando los alemanes habían llegado a unos 300 metros de nosotros, abrimos fuego contra los tanques. Nuestro cañón número uno prendió en llamas a un tanque con su primer disparo y luego logró noquear a un segundo tanque. El fuego combinado de nuestros cañones número tres y el número cuatro noquearon a un tercer tanque alemán. El cuarto tanque logró escapar.
Dado que mi cañón no tenía tanques en su zona de disparo, abrimos fuego en contra de la infantería avanzando con proyectiles de fragmentación. Las tropas alemanas con subametralladoras tercamente siguieron tratando de avanzar. A medida que se acercaban, cambiamos a proyectiles de metralla y reanudamos el fuego contra ellos. No menos de la mitad de los alemanes cayeron al suelo y los restantes se retiraron a su línea de partida.
Mientras observábamos a los alemanes retroceder y el tanque alemán continuaba ardiendo, hemos querido dar un salto de alegría y gritar “¡Hurra!” a toda voz; tal era nuestra felicidad ante nuestro éxito.
Después de haber rechazado esta sonda alemana, el sargento mayor nos trajo el desayuno y 100 gramos de vodka a cada uno para celebrar nuestra victoria. Empezamos a comer “sopa americana” -un puré de guisantes y carne de pollo-. Mientras comíamos, no nos dimos cuenta que todo el cielo se estaba despejando y que ambas fuerzas aéreas estaban empezando a operar.
Alrededor de las 10:00 AM, un vuelo de diez Ju-87 “Stukas” apareció de repente por encima. Los llamamos los “Músicos”, debido al sonido de las sirenas de aire mientras se lanzan en picada. Estos Stukas parecían no tener objetivos identificados, pero se lanzaron en picada encima de nuestras líneas y cada uno lanzó cuatro bombas de 50 kg.
Nos pusimos a cubierto, pero ni una sola bomba impactó uno de nuestras fosas de cañones o búnkeres y no hubo pérdidas en nuestra batería. Al cabo de treinta minutos, otro vuelo de “Músicos” apareció y comenzó un nuevo bombardeo. Esta vez, parecían haber localizado la posición de nuestra batería y las primeras bombas explotaron cincuenta a setenta metros por delante de nuestros cañones.
El último avión se fue en picada directamente sobre nuestra batería y lanzó su carga de bombas. Una de las bombas voló directamente hacia mi refugio subterráneo. Vi mi propia muerte inevitable aproximándose, pero no podía hacer nada para salvarme a mí mismo: no había suficiente tiempo. Me tomaría de cinco a seis segundos para llegar a un refugio diferente, pero la bomba había sido lanzada cerca del suelo y necesitaba sólo uno o dos segundos para llegar a la tierra -y a mí-.
Durante esos breves segundos mientras observaba a la bomba caer, toda mi vida consciente pasó por mi mente. Todo parecía suceder en cámara lenta. Yo no quería morir a la edad de veinte años. Tuve un pensamiento fugaz para pedir a Dios que salvara mi vida, pero entonces me acordé de que yo era un miembro del Komsomol y por lo tanto no podía hacer tal petición.
Justo antes de que la bomba estallara, me di vuelta boca abajo en mi pequeña zanja y me cubrí la cara con las palmas de mis manos. Mientras volteaba mi rostro, alcancé a ver una estrecha tormenta de polvo, de unos doce metros de altura, moviéndose en mi dirección.
Justo cuando terminé de girar, escuché la bomba explotar. Había un olor repulsivo a TNT y sentí dos golpes fuertes en la cabeza. Parecía que mi cabeza debió haber sido arrancada. La idea parpadeó, “¡Qué indoloro es morir!”
La bomba había estallado muy cerca de mi trinchera y fui enterrado con tierra suelta. El comandante de batería Bondarev y algunos de mis compañeros frenéticamente trataron de sacarme de la tierra una vez que el bombardeo terminó. Ellos me sacaron a rastras hasta la cintura y pensaron que estaba muerto.
Levantaron suavemente mi cabeza, y luego la soltaron y mi cabeza cayó de nueva cuenta. Estaba inconsciente. Ellos trataron de despertarme tres o cuatro veces. Entonces alguien me dio una buena sacudida y recuperé la conciencia. Cuando desperté, recordé la sensación de que mi cabeza había sido arrancada y pensé: “Suficiente. Estoy vivo”.
Si deseas saber más, busca el título “800 Days on the Eastern Front: A Russian Soldier Remembers World War II” [800 días en el Frente del Este: un soldado ruso recuerda la Segunda Guerra Mundial], de Nikolai Litvin.
Esta secuencia de la época muestra imágenes de la batalla en el área de Kursk en acción:
Una batería soviética en acción durante la batalla de Kursk, en julio de 1943.
Así como hubo un choque de tanques, Kursk también vio una enorme batalla aérea al tiempo que la fuerza aérea soviética por fin comenzó a enfrentar a la Luftwaffe en igualdad de condiciones.