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No hay santuario para las fuerzas italianas en Rusia

La retirada alemana del Cáucaso estaba en marcha. El límite de los territorios ocupados po

La retirada alemana del Cáucaso estaba en marcha. El límite de los territorios ocupados por los nazis se había alcanzado, a partir de este momento comenzarían una larga retirada de la Unión Soviética.

Mientras que 200,000 tropas alemanas quedaron atrapadas en Stalingrado, muchos más se vieron bloqueados o en posiciones expuestas a las afueras de Stalingrado, al tiempo que el ejército soviético consolidaba sus conquistas territoriales. Las proximidades a Stalingrado habían estado resguardadas por una mezcla de tropas alemanas, rumanas, húngaras e italianas. Muchos de ellos habían sido capturados. Cientos de miles más se encontraban ahora en una retirada precipitada, mientras trataban de evitar ser cercados.

 

Eugenio Corti estaba entre los elementos dispares del ejército italiano que se encontraba ahora en retirada hacia el oeste. La mayoría fueron obligados a marchar llevando todos los suministros que tenían a la mano, a menudo muy pocos. Caminaron en temperaturas bajo cero a través de la nieve de la estepa, sólo deteniéndose cuando podían encontrar refugio. Durante todo su trayecto fueron acosados por el Ejército Rojo.

 

A principios de enero, el grupo de Corti se encontraba en la localidad de Chertkovo. Corti calcula que de los 30,000 hombres que salieron de su posición sobre el río Don, sólo unos 8,000 pudieran llegar hasta ese lugar. Un gran número fue herido o congelado, todos estaban agotados. Cada trozo de espacio en la pequeña ciudad fue tomado. Para el 7 de enero fueron rodeados y se encontraban bajo bombardeos constantes:

Yo me había aparecido en la enfermería con Antonini en el momento en que Lugaresi -quien había sido llevado a la pequeña habitación asignada para tal propósito- estaba a punto de tener su herida vendada. No había tenido medicamento durante seis o siete días. La herida en su bíceps derecho parecía haber sanado por completo, se lo señalé y él la miró con sorpresa, ¡hasta ese momento no se había dado cuenta de que tenía una bala en el brazo!

Por el contrario, la herida en su bíceps izquierdo y la que se encontraba bajo los músculos de su pecho estaban llenas de pus en abundancia, le apoyé mientras estaba sentado y le vendaban sus heridas: el médico lavó su carne lacerada con una mezcla de agua y coñac. Luego se la vendó.

En un momento dado me vi obligado a pedir a Antonini que me relevara y salí por unos minutos. Mientras miraba esa carne remojada de color rosa sin poder hacer nada y, aún más, las contracciones de la cara amarillenta de Lugaresi, que me parecían como si estuviera a las puertas de la muerte, era lo único que podía hacer para no vomitar. Por suerte esto no duró mucho tiempo.

Cuando sus heridas fueron vendadas, Lugaresi me agarró por el brazo y me suplicó que me asegurara de que no fuera llevado al caos en la sala grande de la enfermería. Primero hice que lo llevaran a la cabaña, donde le di mi pequeña cama de hierro. Bozza, su siempre fiel ordenanza, se fue junto con él.

Nos reunimos todos alrededor de Lugaresi, quien, sentado con su cabeza apoyada contra la cabecera de la cama, nos miró en silencio. Si tan sólo pudiéramos haberlo sanado con nuestros ojos. Hizo un esfuerzo para intercambiar la palabra de calma ocasional con nosotros, pero su cara, debajo de los pelos erizados de su barba y con todo ese color amarillo tanto en sus ojos como en su piel, parecía ser la de un hombre que no podía más.

La construcción más grande y el otro edificio pequeño estaban ahora llenos hasta rebosar; algunos de los cuartos grandes estaban empezando a asumir el mismo aspecto de casa de locos como la de la enfermería. Había cerca de 1,700 pacientes: No obstante, tanto en la enfermería como en las casas todavía había cientos y cientos de hombres congelados y heridos.

Algunos proyectiles de mortero habían caído en el edificio principal, rompiendo las ventanas y causando estragos entre los cuerpos tendidos sobre la paja. Cuando los cadáveres habían sido retirados y las paredes y ventanas reparadas lo mejor posible, el espacio dejado por los muertos había sido ocupado por otros hombres heridos.

Y pensar que había mucha gente en la ciudad que le hubiera gustado haber ido al hospital.

Si deseas saber más, lee “Few Returned: Twenty-eight Days on the Russian Front, Winter 1942-1943” [Pocos regresaron: Veintiocho días en el Frente Ruso, invierno de 1942-1943], de Eugenio Corti.

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Infantería alemana marchando en algún lugar en Rusia, en 1943.

En algún lugar en el Frente del Este; la única manera de evacuar a los heridos es llevándo

En algún lugar en el Frente del Este; la única manera de evacuar a los heridos es llevándoselos a rastras.

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