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Los despojos de la guerra del desierto

Fotografía de Cecil Beaton de un conductor de blindados en su tanque Grant, en África del Norte, 1942.

El famoso fotógrafo de modas Cecil Beaton abandonó su línea de trabajo habitual en las brillantes revistas para damas y pasó la mayor parte de la conflagración mundial trabajando para el Ministerio de Información británico. Produjo un gran volumen de fotografías de la guerra, mucho del cual está relacionado con temas relativamente convencionales.

 

Cuando surgió la oportunidad, Beaton buscó imágenes más interesantes. Él tenía un interés particular en los pueblos indígenas de diferentes regiones y trató de capturar la forma en que se vieron afectados por la guerra. A principios de marzo de 1942, anotó en su diario sus impresiones de la guerra del norte de África:

Los beduinos, en las ramblas cerca de la playa, miraban como se libraba la batalla hacia atrás y para adelante a lo largo de la mesa de tierra, consideraban a los protagonistas locos. Ellos ven primero un ejército y luego otro retirarse a toda prisa, dejando tras de sí una cantidad maravillosa de botín. Los beduinos lo roban primero y venden los despojos al ejército conquistador.

 

Unos meses más tarde los vencedores son vencidos, una vez más los árabes encuentran un gran botín. Ellos son los únicos, hasta ahora, que han ganado en este peligroso tablero de ajedrez, donde, invariablemente, el ganador pierde al extender sus largas líneas de comunicación.

 

Sólo los árabes comprenden cómo vivir aquí en el desierto. No han aprendido mucho más. Después de la batalla, en la que los tanques incendiados y sus ocupantes fritos aún con vida, el fluido campo de batalla se moviliza y los árabes llegan para recoger, entre las reliquias inútiles e impedimentos de la destrucción, los anillos de oro, relojes de pulso, cámaras y los recuerdos de los cuerpos rígidos que yacen bajo el sol.

 

Venderán la correa de plata de un reloj de pulsera que vale quince guineas por unas cuantas libras de azúcar. De vez en cuando se les castiga con la pérdida de un ojo, una mano o el brazo, ya que los alemanes a veces dejan tras de sí las plumas estilográficas y termos que, al abrirse, encienden la mecha escondida y a continuación ¡bang!

Si quieres saber más ve “Cecil Beaton's The Years Between: Diaries- 1939-44” [Cecil Beaton entre años: Diarios 1939-44], de Cecil Beaton.

Los restos de tanques alemanes forman patrones circulares en la arena, en Sidi Rezegh, Libia.

Máscaras de gas italianas abandonadas en la arena en el Desierto Occidental, en 1942.

Las ruinas de la estación de bomberos de Tobruk, en 1941-42.

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