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Momento de tensión durante fuga de Corregidor

El teniente Damon Gause y nativos filipinos, en 1942.

Después de la caída de la guarnición de Bataan, en Filipinas, los japoneses condujeron a los prisioneros de guerra estadounidenses y filipinos a los campos durante la infame Marcha de la Muerte de Bataan; miles de soldados murieron en el trayecto, sin embargo, el mayor Damon Gause logró escapar durante la andanza.

 

Capturado por los japoneses y destinado a caminar durante la Marcha de la Muerte, logró escapar y nadó hasta la isla rocosa de Corregidor, en donde continuó su lucha en los túneles de la fortaleza. Después de la rendición de los estadounidenses en Corregidor, el 6 de mayo de 1942, Gause volvió a eludir su captura yendo de isla en isla, siempre tratando de mantenerse un paso delante de las patrullas enemigas.

 

Al caer Corregidor, tomó un bote y junto con un par de soldados filipinos, buscaron llegar a la isla principal; sin embargo, las fuertes corrientes y el asedio de cruceros y aviones japoneses, impidieron que pudieran lograr su objetivo; abatido por el cansancio y el hambre, Gause se encontró de vuelta en la playa de la isla de Corregidor en un momento de tensión:

Una patada súbita en el costado me despertó y después hubo golpes más fuertes a lo largo de las piernas y espalda. Había estado yaciendo en mi costado. Aunque abrí mis ojos, todavía estaba muy aletargado por el sueño que mis reflejos fueron muy lentos en responder y, afortunadamente, no hice ningún movimiento. Salí de mi sopor cuando escuché voces japonesas y hombres riéndose. Yo estaba seguro que había sido confundido con un norteamericano muerto y, en la oscuridad, los nipones estaban disfrutando la vista de otro cuerpo flácido depositado en la playa por la marea. El minuto que estuvieron parados a mi alrededor parecieron años y yo esperaba que en cualquier momento uno clavara una bayoneta en mi “cadáver”, sólo para asegurarse que estaba muerto. Pero se alejaron hacia el norte, uno de ellos pasó por encima de mí, la culata de su rifle golpeándome en la espalda y arrastrándose por mi lado. Gradualmente sus voces se apagaron en lo que sería antes una playa desierta. La patrulla nipona, de quizá unos veinte hombres, no tenía semblante de orden militar.

 

Cada trazo de fatiga se había desvanecido para este momento y, tan pronto como pensé que era seguro, me levanté. Cada movimiento traía un dolor y los mosquitos habían cubierto mi cuerpo y cara con ronchas inflamadas lívidas. Mis ojos estaban hinchados y apenas podía mantenerlos abiertos, pero era imperativo que me fuera antes del amanecer, que sabía no estaba muy lejos, así que me fui hacia el sur por la playa, buscando por un paso a través de los imponentes y sombríos acantilados que protegían la costa.

Si deseas saber más, lee “The War Journal of Major Damon ‘Rocky’ Gause: The Firsthand Account of One of the Greatest Escapes of World War II” [El diario de guerra del mayor Damon ‘Rocky’ Gause: el testimonio de primera mano de uno de los más grandes escapes de la Segunda Guerra Mundial], de Damon Gause.

El teniente Damon Gause y el capitán Lloyd Osborne de pie junto a “Ruth Lee”, nombrado así por sus esposas, en Filipinas, antes de despegar en su largo y atrevido viaje a Australia. Puesto que el aceite de motor era raramente disponible, a menudo utilizaron aceite de coco para el motor del barco.

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